Dos mil nueve será el año del retorno forzado de los emigrantes andaluces a nuestra tierra. Un hecho sin precedentes en la milenaria historia de Andalucía.
Por Antonio Manuel
Maldita coincidencia. Justo cuatrocientos años después de la expulsión de los moriscos. Y setenta años después del exilio republicano tras la última guerra civil. Dos racismos en la misma España: el religioso y el ideológico. Moros y rojos. Españoles que no podían serlo para la España intolerante que todavía bulle en el subconsciente colectivo de este país. Justo lo contrario ocurrirá en Andalucía durante el año del pleno empleo para el régimen chavista. Los que se fueron de la casa de sus padres para buscarse el pan más allá de Despeñaperros, no tendrán más remedio que regresar a Andalucía para seguir comiendo. Son los hijos del almendro que vuelven por navidad pero para quedarse de enero a diciembre. La crisis ha golpeado con extrema dureza las zonas de crecimiento histórico peninsular. Las zonas políticamente intocables. Allí, después de la criba del racismo nacionalista español, vendrá la del racismo nacionalista autonómico. Primero echarán a los extranjeros de segunda clase. Y luego, ya verán, a los extranjeros de primera: emigrantes españoles que no sean nativos de la comunidad autónoma en la que trabajen. Los andaluces representamos el colectivo más numeroso dentro de ésta última y nueva clase social de marginados. Más de un millón y medio residen fuera de Andalucía. Ochocientos mil en Cataluña, trescientos mil en Madrid, y unos doscientos cincuenta mil en Valencia y Baleares. Muchos de ellos perderán sus puestos de trabajo. Dejarán sus pisos porque no podrán pagar la hipoteca. Tendrán que emigrar de nuevo a dónde se viva mejor. Y por primera vez en la diáspora andaluza, no retornarán a la tierra que dejaron por nostalgia sino por necesidad. Porque donde antes sobraba el pan ahora sobra el hambre. Porque donde comen dos comen tres. Y porque el pan se divide en casa de uno y el hambre se multiplica en casa ajena.
Nadie ha denunciado todavía esta gravísima distorsión en la lógica histórica de Andalucía. Ni nadie conoce aún la magnitud de las secuelas económicas y sociales que provocará en nuestra tierra. Los emigrantes andaluces no existían en las listas del SAE. A efectos legales y estadísticos, eran más extranjeros que los inmigrantes. Ahora la situación no será exactamente la opuesta, sino la exponencial. Ocho de cada cien residentes en Andalucía son extranjeros. Conozco a muchos que predicen el choque de convivencias entre los inmigrantes y los hijos del almendro. Yo temo mucho más al conflicto que surgirá entre ambos y los nuevos parados andaluces. Porque el hambre guarda idéntico recelo con todo aquel que les hable distinto, sean chinos, marroquíes, rumanos, sudaneses, o andaluces desarraigados que despreciaron su manera de hablar para presumir con el acento de la misma cuna que hoy los expulsa. Como a moriscos. Como a rojos.
A todos ellos les deseo feliz dos mil nueve. El año del pleno empleo en Andalucía.
Andalucía, 4 de enero de 2009
Publicado en EL DIA DE CORDOBA
miércoles, 7 de enero de 2009
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